Nutrición y enfermedades cardiovasculares

Los estudios han mostrado que consumos excesivos de sal, lípidos (especialmente grasas saturadas y colesterol) y una acumulación inadecuada de peso mediada por una actividad física insuficiente constituyen algunos elementos promotores igualmente relevantes. La elevación del colesterol en la sangre, por ejemplo, predispone para el desarrollo de enfermedad coronaria tanto en hombre como en mujeres; la reducción del consumo de sal a
En términos dietéticos, las regímenes alimentarios que contemplen el consumo diario de frutas y verduras; la inclusión de pescados o frutos oleaginosos (nueces, pecanas, castañas, etc) en la dieta; la reducción en la ingesta de frituras o la piel de los animales; la reducción del consumo de sal a
En términos nutricionales, habría que estimular la reducción del consumo de ácidos grasos saturados (mirístico, por ejemplo) por su potencial efecto colesterogénico; la reducción del consumo de sodio a menos de 2.5 mg por día; el aumento del consumo de ácidos grasos omega 3, sin romper su relación con los omega 6 ( 1 por cada 4-10, respectivamente); incrementar el consumo de alimentos funcionales con efectos protectores sobre el aparato cardiovascular como el ajo (por su contenido de alicina) y; promover, entre las personas, el mantenimiento de un peso óptimo acorde con la edad, el sexo y la actividad física correspondiente, sin que esto signifique reducciones drástica de peso que podrían ser contraproducentes en el tiempo.
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